La cuarta edición del Foro de la Ciudades de Madrid IFEMA, que se celebrará del 8 al 10 de junio de 2021 en Feria de Madrid, pondrá el foco en la década 2020-2030 y en los retos más urgentes, entre los que se encuentra el cambio climático, cuyos efectos afectan especialmente a los niños/as y jóvenes.
Las crisis socioambientales, especialmente en los entornos urbanos, y sus efectos sobre las personas será el eje sobre el que orbiten todos los debates del Foro de las Ciudades 2020, como ya viene siendo habitual desde su primera edición en 2014. Pero frente a los impactos del calentamiento global, a la mala calidad del aire o a las causas de un urbanismo mal diseñado, hay colectivos especialmente vulnerables, entre ellos los niños y niñas. Por ello, el Foro siempre incorpora en sus sesiones varios debates sobre el impacto de una ciudad “de mala calidad” en los más pequeños.
Precisamente un reciente estudio elaborado por una Comisión de 40 expertos internacionales, convocada por la Organización Mundial de la Salud, OMS, UNICEF y la publicación científica “The Lancet”, señala que el cambio climático, la degradación ecológica y la mala alimentación están poniendo en riesgo el futuro de la infancia y la juventud.
Bajo el título “A FUTURE FOR THE WOLD’s CHILDREN?” (¿Un futuro para los niños del mundo?) el informe de los cuarenta expertos revela la amenaza que ejercen la degradación ecológica, el cambio climático y las prácticas comerciales nocivas en la salud y en el futuro de la infancia y la juventud. El estudio desvela cómo afectan las emisiones de carbono en el crecimiento de las nuevas generaciones, independientemente de cual sea el entorno en el que vive.
Porque si en algo incide este estudio es en que las consecuencias de la carbonización del planeta por parte de los países desarrollados se sienten por igual en los países ricos (generadores de esas emisiones) y en los subdesarrollados (consumidores del CO2 que no producen). Todos sienten la huella del calentamiento global. Por este motivo en este informe dicen que de mantenerse el actual aumento del calentamiento global supondrá que en 2100 el nivel del agua de los mares y océanos aumente, las olas de calor sean cada más frecuentes y la proliferación de enfermedades como el paludismo, el dengue o la desnutrición adquieran tintes aún más graves. Es decir, el cambio climático, la degradación ecológica y la mala alimentación (bien por malnutrición o por consumo de alimentos procesados) afecta a la salud de la infancia y la juventud.
Tal y como alerta la copresidenta de la Comisión que ha elaborado el informe,la ex primera ministra de Nueva Zelanda Helen Clark, todas las mejoras logradas en los últimos 20 años en salud infantil y juvenil, que ya están estancadas, corren el riesgo de invertirse, porque se da el paradigma de que nadie se libra de las consecuencias del cambio climático, la degradación ecológica o la mala alimentación: las naciones más ricas, al ser las más contaminantes, son las menos saludables, mientras que los Estados más pobres tampoco pueden garantizar la supervivencia y el bienestar de sus nuevas generaciones.
«Se estima que unos 250 millones de niños menores de cinco años en los países de ingresos bajos y medios corren el riesgo de no alcanzar su potencial de desarrollo, sobre la base de indicadores aproximados de retraso en el crecimiento y la pobreza. Pero, lo que es aún más preocupante, es que todos los niños del mundo se enfrentan ahora a las amenazas existenciales del cambio climático y las presiones comerciales”, dice Helen Clark, quien pide a los países que revisen “su enfoque de la salud de los niños y los adolescentes para garantizar que no sólo cuidemos de nuestros hijos hoy, sino que también protejamos el mundo que heredarán en el futuro».
Pero ¿cómo afrontar ese cambio que impulse un movimiento mundial por y para los niños? La Comisión recomienda una serie de medidas:
- Detener a la mayor urgencia las emisiones de CO2 para asegurar el futuro de los niños en el planeta.
- Colocar a los niños y adolescentes en el centro de los esfuerzos para alcanzar un desarrollo sostenible.
- Establecer nuevas políticas e inversiones multisectoriales destinadas a favorecer la salud y los derechos de los niños.
- Incluir las opiniones de los niños en las decisiones políticas.
- Endurecer las normativas nacionales de prácticas comerciales nocivas, con el apoyo de un nuevo Protocolo Facultativo de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño.